martes, 17 de abril de 2012

El toro y los cuernos

Iba a titular esta entrada coged al toro por los cuernos hasta que imaginé a los lectores americanos pensando que los españoles o nos hemos vuelto locos o hemos desarrollado un alto grado de masoquismo. Ambas cosas son ciertas, pero no hasta el punto de que intentemos tener relaciones sexuales con un toro y, además por el asta, (me duele algo sólo de pensarlo). Aclaro que coger al toro por los cuernos (o por las astas) es una frase hecha que significa enfrentarse resuelta a una dificultad. Es equivalente, por tanto, a poner el cascabel al gato. Pese a la gloriosa tradición literaria de la que deriva esta última expresión (ya sabes: Esopo, Lafontaine...) en España empleamos mucho la primera. No en vano el toro es nuestro animal totémico, lo que en versión hispana significa que es al que torturamos y masacramos con singular deleite (ya he dicho que los españoles estamos como cabras). Aclarado este equívoco (otro día podemos comentar lo que entendemos los españoles ante un titular periodístico peruano o chileno del tipo Mañana se corre la gran polla del Presidente) entramos en materia, la Universidad española.

Que la Alma mater es un descojono lo sabemos todos los que perdimos nuestro tiempo pasando por ella. Después de cinco años puedo asegurar que lo mejor que conseguí fue depurar mi técnica de jugador de mus, (aparte de otros logros que no escribiré por si acaso algún día a mis hijos les da por leer esta bitácora). Por muy satisfactorio que resultara (que lo fue), no parece que sea una meta adecuada para la Universidad ¿no? Pues yo fui de los que más obtuvo de aquella experiencia, así que podéis imaginaros el resto. ¿Fue carencia de medios, de buenos profesores...? Niego rotundamente lo uno y lo otro. Como carrera de Humanidades tampoco precisábamos grandes medios materiales y los que se necesitaban los teníamos (entre otros, una biblioteca borgiana). También había magníficos profesores como Delibes en Prehistoria, Solana en Historia Antigua, Montenegro en Historia Medieval o Martín González en Historia del Arte. ¿Qué falló? El propio concepto de Universidad. Ni el profesor más sabio o mejor motivado puede formar una élite intelectual cuando se enfrenta a una clase con trescientos alumnos de los que el 90% carecía del menor interés en estar allí (con lo que pronto fuimos el 99% los que no sabíamos qué cojones pintábamos en ese aula).

Por supuesto estoy hablando de otra época, antes de Bolonia y casi antes del Diluvio Universal, pero la reciente lectura de un libro demoledor Adiós a la Universidad de Jordi Llovet me confirma mi visión pesimista tanto de la Alma mater como del país en el que vivimos. Lo primero porque es evidente que los males de la Universidad no se han curado con la dieta a base de mortadela pergeñada por los burócratas europeos empeñados en que la Alma mater pierda su sentido histórico para convertirla en una Escuela Industrial y Empresarial de nuevo cuño. Lo segundo porque en cualquier país medianamente coherente la publicación de ese libro hubiera supuesto un escándalo mayúsculo. En España estamos demasiado ocupados en lo que hace Messi o Cristiano Ronaldo como para preocuparnos por minucias como la situación calamitosa de la educación en cualquiera de sus niveles.

Si hoy me sintiera demagogo diría que un buen comienzo sería enviar de vuelta a ambos astros balompédicos a Rosario y Funchal respectivamente y ya de paso hacer lo propio con el resto de deportistas profesionales tanto nacionales como foráneos para así poder emplear la ingente cantidad de dinero público que se dilapida en este ámbito a mejorar la Educación tanto física como intelectual de los españoles. Si España ve un motivo de orgullo en dar patadas a un balón (o encestar, o pilotar un F1, o dar raquetazos, o...) como nadie mientras no se nos cae la cara de vergüenza porque ninguna Universidad española figure entre las 150 más importantes del mundo, es obvio que tenemos un gravísimo problema, el de no saber distinguir lo necesario de lo superfluo.

No obstante, debo confesar que ese ejercicio de demagogia sería inútil porque el principal problema de la Educación en España no es de tipo económico sino del no reconocimiento de una premisa fundamental: La Educación sólo se logra con esfuerzo. Recuerdo que en mis tiempos se emitía una serie titulada Fama. En la cabecera la profesora de baile decía a sus alumnos: Buscáis la Fama, pero la Fama cuesta y aquí es dónde vais a empezar a pagar, con sudor. Alguno debió pensar que como Fama era una serie (horrorosa, todo hay que decirlo) de ficción en el mundo real eso no pasa, que aquí todo se obtiene por obra y gracia del Espíritu Santo sin pararse a pensar que la tercera persona de la Santísma Trinidad no puede otorgar sus favores a nadie porque comparte inexistencia con el Padre y el Hijo.

Así nos hemos ido encontrando con el descenso en los niveles requeridos para promocionar al curso siguiente e incluso para la graduación. Lo importante es que el alumno pase para reducir los niveles de fracaso escolar incluso si no sabe hacer una o con un canuto. El resultado de esa falta de exigencia es obvio, un descenso en aspectos básicos de la Educación como la comprensión lectora, la capacidad de escribir coherentemente... si unimos a ello la autonomización de la Educación el panorama es para echarse a llorar. Alumnos castellanos que conocen hasta los subafluentes del Tormes pero son incapaces de identificar el Danubio en un mapa mudo, que no tienen ni idea de la historia de la Corona de Aragón o de la de Navarra, a los que el Latín o el Griego clásico les suena a chino mandarín, que creen que un silogismo es un insulto... ignorantes de tal calibre que ni siquiera son conscientes de todo lo que ignoran, adormecidos por el mantra oficial de que son la juventud mejor preparada de la historia de España (¿mejor preparada para hacer botellones?).

Nada de todo ello puede ser solucionado por la educación superior. Sencillamente, la pretensión de una Universidad de calidad cuando los niveles educativos inferiores presentan graves carencias es edificar castillos en el aire. Si a ello unimos los problemas que sí son privativos de la Alma mater como la multiplicación de sedes universitarias sin sentido alguno (hoy existen setenta y nueve, son el triple del número de Universidades que históricamente había en España), los criterios de amiguismo a la hora de seleccionar a los profesores universitarios, la masificación consecuencia de considerar que la Universidad es una mera prolongación de la Educación obligatoria, la ausencia de un verdadero espíritu de investigación...

Por todo ello cuando leo noticias como ésta no sé si prorrumpir en llanto o en risa. La Universidad no precisa de comisiones de expertos. Lo que necesitamos es una reforma educativa a todos los niveles y cuanto antes mejor.

P.S: Justo después de escribir esta entrada encuentro esta noticia. Más madera...                 

1 comentario:

  1. Es reconfortante encontrar un escrito donde se desarrolla un discurso alejado de lo "políticamente correcto" de esta sociedad infantilizada, demagógica y adoctrinada.

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