viernes, 27 de enero de 2012

Las campanas de arsénico y el humo

a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro, solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.

Los versos con los que Federico García Lorca lamentó la muerte de su amigo Ignacio Sánchez Mejías me han venido a la mente al leer esta noticia que, por supuesto, va mucho más allá de la mera remembranza lírica para plantearnos dudas sobre el comportamiento de algunos científicos, de las revistas científicas (incluidas las que tienen un sistema de revisión por pares)... sobre todo lo que rodea la Ciencia, en suma.

Sobre el papel todo resulta muy bonito. Hay un científico (o, de forma mucho más frecuente hoy en día, un equipo de investigadores) que realiza un descubrimiento, cree que resulta interesante para la comunidad científica y redacta un artículo que envía a una revista especializada. Ésta lo verifica bien mediante una revisión por pares, bien mediante decisión de su propio editor... Una vez que el artículo ha pasado este filtro y es hecho público, queda sometido al escrutinio del resto de la comunidad científica que puede denunciar los fallos que encuentren, poner a prueba el experimento (si es el caso) intentando reproducirlo... Esta posibilidad de duplicación es fundamental para que el científico no falsifique los datos del experimento. Si alguien intenta reproducir tu experimento y no puede, el descrédito cae sobre tu portentoso descubrimiento y eso supone, en el mejor de los casos, una merma de tu prestigio profesional y, en el peor, que te pongan de patitas en la calle.

No me pronunciaré sobre si, en este caso, tiene razón el equipo de la doctora Redfield o el de la doctora Wolfe-Simon (esto lo sabremos cuando un nuevo equipo intente reproducir el experimento y compruebe si en el ADN de la GFAJ-1 aparece arsénico o no) pero hay un par de cuestiones que ensombrecen el idílico panorama que veíamos en el párrafo anterior.

Aunque Hume nunca escribió eso de "Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias" que se le atribuye, es una de las premisas del escepticismo del que debe hacer gala todo científico (reitero que no es lo mismo Ciencia que escepticismo, pero un científico -como el resto de los mortales- debe emplear el escepticismo salvo que quiera correr el riesgo de acabar engañado o engañador). Ante una afirmación tan extraordinaria como que la bacteria GFAJ-1 era capaz de sustituir el fósforo en su ADN por arsénico ¿qué pruebas adicionales solicitó la revista Science? Pues parece que ninguna, que se limitó a la revisión por pares y ni siquiera ésta (a juzgar por las críticas que se produjeron nada más hacer público el artículo de marras) fue especialmente dura. En cualquier caso, citemos lo que dice la Wikipedia sobre la revisión por pares:

"El proceso de arbitraje de las publicaciones científicas asume que el artículo en revisión fue honestamente escrito, de manera que el proceso no está diseñado para detectar fraudes. Los árbitros usualmente no tienen acceso completo a los datos a partir de los cuales se obtuvieron los resultados del trabajo y deben aceptar como ciertos algunos resultados (salvo quizás en algunos temas como las matemáticas)."

Bueno, esa asunción de honestidad (que en el fondo no es más que una suspensión del escepticismo basándose en el corporativismo) no es tan ilusa como puede parecer. A fin de cuentas, la necesidad de que los experimentos sean reproducibles implica que los deshonestos van a ser cazados cuando alguien intente duplicar la prueba ¿no? No necesariamente porque tal vez nadie lo intente. Fíjate que este caso hizo correr ríos de tinta, creó una polémica considerable que llegó, incluso, a la prensa no especializada... y, sin embargo, sólo (que sepamos) el equipo de la doctora Redfield se puso a ello.

Ya el primer gran filósofo de la Historia, el griego Platón, se encontró con el problema de tener que explicar por qué su perfecto reino de las Ideas se convertía en una suma de imperfecciones cuando se plasmaba en el mundo real. Platón hizo bueno el dicho según el cual El mejor amigo del hombre es el chivo expiatorio y le cargó con la culpa al Demiurgo. Creo en el Demiurgo tanto como en las Ideas, Dios, Papá Pitufo o en las mantícoras vestidas de faralaes, así que tendremos que buscar una explicación real. Mientras la experimentación se realizó con medios básicos todavía podía resultar creíble la imagen del científico dueño de su propio tiempo y de sus medios, investigando lo que él quería y sin tener que dar cuentas a nadie (por ejemplo, los Curie y su búsqueda del radio). Hoy lo usual es el equipo de investigación, dependiente de alguien (universidad, empresa, estado...) que es el que se encarga de financiar el cotarro y al que los científicos deben rendir cuentas. Por ello es perfectamente posible que incluso en un caso que ya desde un principio arrojó dudas como el del cambio del fósforo por arsénico en el ADN de la bacteria GFAJ-1, nadie intente reproducir un experimento. La impostura puede prolongarse años antes de ser descubierta (con lo que los beneficios que logre hasta entonces el científico falsario serán seguramente superiores a los prejuicios que sufra posteriormente) como en el caso de J. H. Schön o incluso no habrá acuerdo sobre si unos artículos son un conjunto de frases sin sentido o si son un trabajo válido como el caso Bogdanov.

En teoría todo puede funcionar maravillosamente bien. En realidad la situación es muy distinta con independencia de que la capacidad de la bacteria GFAJ-1 para incorporar arsénico a su ADN sea real o se convierta en humo.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario